jueves. 21.11.2024
HALAL, DIETA DIVINA

Yacimiento halal 1

*  La comunión entre lo divino y lo comercial difícilmente acaba bien. Si Dios dice que consumamos productos y servicios Halal Tay-iban, Halal de calidad, ya nos está señalando el camino a seguir. O lo que es lo mismo, pone luz sobre el tipo de halal a consumir
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Una certificadora halal es una empresa que en teoría garantiza que los productos y servicios que acredita cumplen con las normas islámicas del halal y son aptos para su consumo. Para ello, necesita de una entidad religiosa islámica que avale su forma de proceder, es decir, que de fe de su buen hacer.

Cuando un consumidor observa un sello halal su confianza se extiende y lo codifica como “aceptable”. O lo que es lo mismo, que es fiable. El consumidor finiquita su proceso de evaluación en segundos. El símbolo o señal que acompaña al producto o servicio es identificado como “suficiente”, es decir, el consumidor entiende que cumple íntegramente los protocolos establecidos para que se identifique como halal. La consecuencia mayor de todo ese proceso de validación es la compra de ese producto o servicio.

Este fenómeno que impulsa a la “compra inercial” no ha pasado desapercibido para quienes se dedican a estampar sellos halal allá donde pueden. La simbología halal es uno de los reclamos más exitosos de todos los tiempos. De este modo, el tándem productor-certificadora vocearon para sus adentros haber encontrado una mina para la que no hacen falta picos ni palas, tampoco elevadores que se mimeticen en profundas oscuridades. Son los “yacimientos halal”. Una enorme bolsa de consumidores a la que se llega sin mucho esfuerzo. Basta abanderar un simple sello, una simple palabra: halal.

La comunión entre lo divino y lo comercial difícilmente acaba bien. Si Dios dice que consumamos productos y servicios Halal Tay-iban, Halal de calidad, ya nos está señalando el camino a seguir. O lo que es lo mismo, pone luz sobre el tipo de halal a consumir.

Una certificadora halal no es cualquier cosa. Uno de los requisitos que debe observar es su grado de conciencia respecto a los dictados de Dios. Optar a este nivel profesional  implica estar en el alambre de la propia conciencia, así como cargar con la de quienes en ella confían.  

Hoy día han proliferado las certificadoras halal. Son personas físicas o jurídicas que bajo un epígrafe fiscal y con la ayuda de unos procedimientos, muchas veces sin testar por entidades independientes, ofrecen sus servicios a empresas interesadas en colocar sus productos y servicios en el mercado bajo el sello halal, todo ello a cambio de un precio.

La introducción del concepto halal en el mercado, tanto de productos como de servicios, trajo consigo el factor precio. Un componente necesario y que resultó determinante una vez que el mercado aceptó la marca halal en sus estanterías y otros modos de exposición, pues a la vez que surgían certificadoras ávidas de

vender sellos halal, entre ellas brotaba el tallo de la competencia, lo que a su vez trajo consigo y de forma irremediable el quebranto de precios y el consiguiente enfrentamiento comercial. Todas hicieron del símbolo halal su principal servicio, y cada una de ellas lo ofrecía a un precio diferente con acompañamiento diferente.

Con todos esos episodios, siempre  animados por el componente de la ruptura y el deseo no confesado de cuantos menos, mejor, la guerra estaba –y está- servida.

Lo que Dios ofrecía  -y ofrece- como una excelente dieta de vida, se ha convertido en un núcleo de luchas comerciales. Y de todas esas batallas estériles impulsadas por el afán del dinero y de las riquezas mundanas, los grandes perjudicados son los consumidores, a quienes se les sigue diciendo que tal cosa es halal porque una simple etiqueta así lo afirma.

¿Es suficiente eso? ¿Es suficiente una etiqueta? Tal vez la respuesta sea sí. Sin embargo, quienes deben hacerse esa pregunta  son los que con sus manos y su conciencia aprobaron la colocación de esa insignia en ese producto o servicio, pues si para llegar a ese punto hubo que mentir, bajar precio, actuar de forma inmoral y con acciones antisociales, así como que hicieron uso de  herramientas tan habituales en el mercado, y que cuyo objetivo primordial y capital es “aniquilar” a la competencia, ese sello puede no ser tan halal, pero ya en ese punto, quien carga con la posible carga de la desventura sea esa certificadora que con su nombre avaló esa porción de halal en cualquier estantería o en cualquier otro método de exposición comercial.

Seguirá

 

Yacimiento halal 1