La situación del halal en España es caótica. No existe un estándar de certificación serio y homogéneo. Tampoco un reglamento que armonice los procedimientos de certificación. Cada certificadora aplica sus propios pareceres, en especial en lo que se refiere a aturdimiento sí, aturdimiento no.
Certificadoras reconocidas con capacidad para certificar productos para la exportación hay varias. Hay otras que certifican a su aire, muy centradas en sus propias comunidades.
El asunto halal en España se fundamenta en la Ley 17/2011, de 5 de julio, de Seguridad Alimentaria y Nutrición, la Ley General para la Defensa de Consumidores y Usuarios (Real Decreto Legislativo 1/2007) así como la Ley 26/1992, de 10 de noviembre por el que se aprueba el Acuerdo de cooperación entre el Estado con la Comisión Islámica de España, en la que se reconoce la dimensión espiritual y las particularidades específicas de la Ley islámica que sirven para distinguir los productos alimentarios elaborados de acuerdo a la misma con la denominación «halal».
El término o concepto Halal significa denominar prácticas o acciones permitidas por la Ley Islámica, las cuales tienen la connotación de permitidas, éticas y saludables. Es una dieta de vida saludable, que aporta beneficios y protege la salud alimentaria de las personas. Una dieta halal trasciende más allá de la alimentación regulando la vida de las personas con el fin de mantener un perfecto equilibrio entre el bienestar individual, colectivo y del medio, protegiéndolo y haciéndolo sostenible.
En los últimos años el consumo de productos y servicios etiquetados halal ha crecido de forma rápida y mantiene una tendencia al alza sostenible.
Hay muchos intereses comerciales que se parapetan detrás del concepto halal. La pena es que el pato lo pagan los consumidores, que no tienen definido el etiquetado y que perjudica su alimentación halal. Un ejemplo: los aditivos alimentarios son un problema, pues de los más de 500 que hay más de la mitad son haram (perjudiciales, no saludables), y se diluyen en etiquetas que resultan muy difíciles de interpretar. El consumidor halal es muy vulnerable en su alimentación halal.
La información que reciben los consumidores de productos halal es deficiente y escasa en su transparencia. La obtención de productos alimenticios adecuados a la norma religiosa no ha sido tarea fácil. Las dificultades se han agravado de manera exponencial. La falta de un etiquetado riguroso sobre determinados ingredientes y la presencia de materias primas prohibidas en el producto final han generado una desconfianza generalizada y creciente entre los consumidores halal, que los lleva -en algunos casos- a abstenerse de productos considerados como “sospechosos”, repercutiendo, sobremanera, en la limitación en sus derechos alimenticios y perjudicando a los propios fabricantes.
En España no existe un ente regulador con aptitudes suficientes que garanticen un sello que se ajuste a la norma, cuente con análisis exhaustivos e inspecciones rigurosas y externas a las certificadoras, cuyos resultados sean de acceso público; una información clara sobre los componentes y materias primas empleadas, así como la acreditación de buenas prácticas aplicadas en todo el proceso final, pre y post elaboración. Esta tarea debería sumirla la Comisión Islámica de España, CIE, pero su falta de capacidad y de gestión han impedido que los consumidores halal gocen de un etiquetado sobrio y nada sospechoso.
El Acuerdo de Cooperación firmado en el año 1992 entre el Estado y los musulmanes de España concede ciertas prerrogativas a la Comisión Islámica de España para que desarrolle y regularice un reglamento para el consumo de productos certificados halal, es decir, que la Comisión Islámica de España tendría que haber actuado estableciendo una norma que pudiese homologar todo aquello que las certificadoras reconocen como halal, sin embargo, la Comisión Islámica de España se ha desatendido de sus obligaciones dejando a los consumidores musulmanes sin esa obligada y necesaria homologación.
Esta dejación de funciones podría haberle servido como fuente de financiación, al tiempo que habría garantizado en cierta manera un etiquetado seguro.
El halal es conciencia. Urge una Mesa Halal que armonice procedimientos y unifique los criterios bajo los cuales una etiqueta halal garantice la seguridad, confianza y calidad conforme a la norma. Resulta inconcebible que un mismo producto sea halal para una certificadora y haram para otra.
Seguirá
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