Los disruptores endocrinos que se encuentran en numerosos productos, incluidos perfumes y plásticos han demostrado que interfieren en la capacidad del cuerpo para producir hormonas.
Numerosos estudios científicos vienen confirmando lo que ya se alertaba desde hace años; en los últimos 40 años, el recuento de espermatozoides en hombres sanos de los países occidentales como América del Norte, Europa, Australia y Nueva Zelanda, se ha desplomado en más del 50%. Si esta tendencia no se revierte, para el año 2050 habrá muchas parejas que necesitarán recurrir a métodos artificiales como la inseminación asistida para poder concebir.
Tanto es así que, en los últimos 25 años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha ido reajustando los valores de los semiogramas o espermiogramas normales, una prueba que analiza la cantidad, movilidad y calidad morfológica de los espermatozoides, así como características como volumen, color, pH, viscosidad, etc.
Si bien en los años 1985-90 los valores normales se situaban en torno a 40 millones por mililitro, actualmente estos valores oscilan en torno a 15 millones por mililitro, lo que viene a corroborar los datos de infertilidad detectados en 2010, cuando la OMS estimaba que la infertilidad afectaba entonces a un 15% de las parejas. Pocos años después, en el año 2014, casi el 40% de la infertilidad entre las parejas se atribuía ya a los hombres.
Varios son los factores que pueden ser la causa de este declive; el bajo recuento de espermatozoides se ha asociado previamente con influencias ambientales y de cambios en el estilo de vida, incluida la exposición a sustancias químicas prenatales, a pesticidas en adultos, tabaquismo, estrés, alimentación, sedentarismo, aumento de la obesidad, etc.
Las investigaciones apuntan más allá al encontrar relación entre la infertilidad masculina con el auge de los derivados químicos y la exposición a sustancias tóxicas de uso cotidiano, indicando que los productos químicos juegan un papel causal de esta tendencia a la baja.
Los culpables son los disruptores endocrinos que se encuentran en infinadad de productos de uso diario, incluidos perfumes y plásticos, y que han demostrado que interfieren en la capacidad del cuerpo para producir hormonas, coincidiendo en que son precisamente los hombres occidentales quienes están más expuestos a una gran variedad de sustancias químicas.
Y es que es resulta difícil escapar a estas sustancias químicas, pues muchos de los compuestos de los plásticos que hacen que éste sea flexible y suave, como los ftalatos o aquellos que lo hacen rígido y resistente, como el bisfenol A (BPA), están por todas partes; el BPA se puede encontrar en botellas de agua, envases de alimentos y recibos de supermercados. Los ftalatos son todavía mucho más comunes, presentes como están en los recubrimientos de píldoras, agentes emulsionantes y de suspensión, detergentes y envases, pintura, esmaltes de uñas y lacas para el cabello. También se usan en tubos de PVC que procesan alimentos como la leche, yogur, salsas o sopas. Además, la exposición al BPA es una preocupación añadida debido a sus posibles efectos sobre la salud del cerebro y la próstata de fetos, bebés y niños.
Ambas sustancias – tanto los ftalatos como el bisfenol A-son diruptores endocrinos que imitan al estrógeno en el torrente sanguíneo, de tal manera que un varón que acumule gran cantidad de ftalatos en su cuerpo, producirá menos testosterona y, por consiguiente, menos esperma.
De momento, en Europa permanecen autorizados cinco ftalatos para uso en la fabricación de materiales plásticos destinados a entrar en contacto con alimentos. Son conocidos por sus siglas DBP, BBP, DEHP, DINP y DIDP. Los cuatro primeros se han asociado a efectos sobre el sistema reproductor.
En un estudio publicado en la revista Environmental Science&Technology los expertos advierten que se pueden llegar a encontrar más de 109 sustancias químicas en mujeres embarazadas, con implicaciones en el feto como un menor tamaño de los genitales. "La principal afectación de la exposición a ftalatos se produce ya a nivel fetal y después en la eyaculación”, pudiendo tener un impacto en la capacidad reproductiva masculina.
Entre las alternativas que se aconsejan se encuentran, además de cuidar la alimentación y los productos de los que nos rodeamos, fomentar el cuidado de un medio ambiente limpio y sostenible, así como "tener hijos más pronto, entre los 23-24 años en el caso de las mujeres y antes de los 30 años en el de los hombres".